miércoles, 15 de octubre de 2008

ESCUPIENDO FRUTILLAS II

Personajes:
Él: Aproximadamente treinta años. De apariencia prolija y pulcra.
Ella: Treinta y seis años. De voz chillona. Carácter fuerte.
Hermano: Treinta años. Sometido intelectualmente a su hermana, Ella. Desprolijo en su aspecto. De mirada desencajada. Nervioso. Atormentado. Sufre de cefalea crónica. También viste un traje negro.


Salón de clases dividido en dos partes. A la izquierda un pizarrón negro mal borrado. Tizas y tres borradores llenos de polvo. Un pupitre, un escritorio de madera sobre una pequeña tarima roja. Una pequeña montaña de libros de matemática y física sobre él.
A la derecha, una mesada de laboratorio con azulejos blanquísimos. Muchos tubos de ensayo con líquidos de diferentes azules. Entre esa multitud se destaca uno no tan alto que contiene Rojo. Un mechero que no deja de encender su llama, alta de amarillo intenso, por momentos naranja.
Al fondo, arriba, también a la derecha, una ventana rectangular con dos hileras de vidrios transparentes que dejan ver el exterior azul. Se distingue a través de ella, un tronco de un árbol, una vereda con algún que otro transeúnte que pasa y una rueda trasera de un auto estacionado junto al cordón.


1.
Luces tenues desnudan dos figuras poco a poco. Ellos: tutora y discípulo.
Él sentado en el pupitre vestido con un traje negro y corbata algo floja en el nudo. Su camisa, muy blanca.
Ella, vestido azul marino con botones pastillas en la espalda de color blanco. Cuello alto, medio polo, y un prendedor de una rosa roja.
El mechero intensifica su fuego. Su llama es extremadamente alta.
Incomodidad. Saturación en el ambiente. Estados anímicos al borde de estallar.


Ella: Otra vez. ¿Dos por dos?
Él: Cuatro...
Ella: Otra vez. ¿Dos por dos?
Él: Cuatro...
Ella: Una vez más. ¿Dos por dos?
Él: Cuatrocientos.
Ella: ¿Ves? ¿Tanto cuesta? ¿Es posible que no puedas decir las cosas tal como son? (Pausa) Igual, falta. Todavía no podemos decir que hayas aprobado. Falta. (Pausa) ¿A qué hora vienen a buscarte? (Mira hacia un rincón que no se distingue.) Ah, tenemos un buen rato todavía.
¿Leíste la lección de los ríos?
Él: (Temeroso) No pude. No tuve tiempo.
Ella:
¿Cuantos ríos tiene nuestro país?

Él piensa. El mechero achica su llama.

Ella: ¿Cuántos?
Él: Cuatro...
Ella: ¿Cuántos?
Él:
Cuatro...
Ella: ¿Cuánto ríos tiene nuestro país?
Él: No los conté.
Ella: ¡Quinientos! ¡Quinientos ríos! ¿Cómo no agarraste el mapa y no te pusiste a contarlos? ¡Quinientos! Aunque estudios recientes dicen que hay uno que está naciendo en el Norte, cerca la Cachina. ¿Sabés dónde queda la Cachina?
Él: No.
Ella: Y sí... Hoy en día no saben nada. La Cachina es una cadena de montañas que está detrás del Pochinitó. El clima es seco. Y no crece nada. Lo único que podés encontrar es chinchillas azules. Yo fui hace unos... diez o doce años. Pero el río que te digo todavía no daba señales de vida.
Entonces, ¿cuántos ríos tiene nuestro país?
Él: Quinientos uno.
Ella: ¿Te das cuenta? Te explico todo para nada. Voy a tener que hablar con... con... alguien cuando vengan a buscarte. Le tengo que decir que así, así como estás hoy, no vas a llegar a ningún lado. Yo hago lo que puedo. Mejor sacá el cuaderno y ponéte a escribir lo que voy a copiar en el pizarrón. Son ejercicios de álgebra. (Copia letras con signos matemáticos en el pizarrón.)

El mechero ofrece una llama pequeña, casi imperceptible.

Él: Yo sé que la A es menor que la P y por lo tanto esa E va a dar negativo. Lo estudié ayer a la noche. También entendí que no se puede dividir Z por T, pero le puedo pedir prestado una M a la G que está allá; si no, puedo esperar y desarrollar todo, por ahí aparece una D y me soluciona el problema, me despeja el panorama y al final puedo comprobar que H no existe y que en lugar de B hay una Q.
Ella: Estoy, realmente, asombrada... Veo que estudiaste... Te puedo perdonar lo de los ríos. Pero, entonces, es hora de algo más fuerte. A ver qué sucede con ésta. (Copia algo ilegible en el pizarrón).
Él: Ah, pero es fácil... Ahí, en cambio, la A es mayor que esa T, y no necesito pedir prestado nada. La F, en cambio, es igual a la K, pero la J no me deja seguir porque está en el medio, entonces voy y le digo a la D que si se corre le puedo presentar una U y por ahí la N, se suma a la B y sale una X que después se divide por una G y salgo directo a la W. Por lo tanto, la A del comienzo es equivalente a la R del ejercicio que sigue.
Ella: Sí, pero si una Y aparece ya todo cambia.
Él: Cambia si está; pero acá no sólo no está sino que en los próximos ejercicio no va a aparecer.
Ella: ¿Y vos cómo sabes?
Él: Yo sé todo. No sabré de ríos ni de lugares del Norte, pero sé de ejercicios de álgebra. Para algo estudio. Para algo me mandan acá.
Ella: (Incómoda) ¿Cuánto falta para que te vengan a buscar?
Él: Nada. No falta nada. ¿Seguimos con más ejercicios?
Ella: No. Seguimos con... Historia.
Él: Mucho no leí.
Ella: ¿Ves? No sé qué voy a hacer con vos. Veamos... Habláme de la Convención de Títulos Inmobiliarios del año 29.
Él: El Consejo de Magistrados se había reunido en Tolón junto con los partidarios de los impuestos y del Regimiento a Caballos. Tras una discusión fuerte por parte de la oposición, Turguet decide imponer una serie de normas para los que no tienen títulos. Todo termina con una división del Consejo y la Asamblea decide nombrar a Turguet como representante legal del Consejo.
Ella: Sí, pero no me aclarás con quién estaba Turguet.
Él: Con Luis Ángel XII.
Ella: Y, ¿quién era Luis Ángel XII?
Él: El primo segundo de Margarita De Santos, hija de don Rómulo el Triste.
Ella: El que...
Él: había nombrado, en su momento, a Pedro el Capellán como jardinero oficial del Consejo, que terminó por iniciar la conspiración contra el monarca y da inicio a la revolución de los campesinos en el borde del río Rayuela.
Ella: ¿De qué color es el vestido de Margarita De Santos en el retrato de Petirré?
Él: Parece bordó pero en realidad es rojo.
Ella: ¿Tiene peineta?
Él: No se sabe, pero se cree que sí porque tiene el pelo tirado hacia atrás. Además, el retrato fue hecho para la fecha de su cumpleaños, por eso se cree que puede tener la peineta que le regaló su primo Fernando el Extranjero con el cual tenía amores, peineta que después, al ser descubierta por su madrastra Clara de España, que estaba celosa de los amantes, la lleva ante su padre y se da comienzo al Final de la Familia o la Guerra de las Mujeres Descalzas.
Ella: (Con odio) ¿De qué color era la peineta?
Él: ¡Rojo! Combinaba con su vestido.

Pausa

Ella: ¿Cuándo vendrán a buscarte? Mejor hacemos un recreo, ¿te parece?

Él se pone de pie acomoda su traje oscuro, limpia con sus manos los zapatos acordonados marrones y se prepara para dar algunos saltos a la soga que tenía tirada en un rincón.
Ella saca una libretita y hace anotaciones. Cada uno en lo suyo. Él salta y corretea. Ella toma té en un jarrito de cerámica.
Suena un timbre largo.
El mechero vuelve a ofrecer una llama que se tambalea con la brisa del viento que Él produce al saltar su soga
.

Ella: Bueno, basta. Ya es hora de volver.
Él:
Y hora de irme.
Ella: Todavía falta (Mirando hacia el mismo rincón de siempre).
Él: ¿Qué vamos a hacer ahora?
Ella: Vamos a hacer lo que yo diga.
Él: ¿No vamos a escribir?
Ella: No. Escribir no sirve. Es mejor hacer cuentas. Podríamos ver cómo va el balance que empezaste la clase pasada.
Él: No va.
Ella: ¿Cómo?
Él: No va. Hay algo que no me da... Y con eso de que no se puede borrar...
Ella: ¿Cómo que no da? Pero no te das cuenta que sos un inútil. Ves, siempre es como digo yo. Sos un inútil. Quiero verlo, dále quiero corregirlo.
Él: No lo traje. Deudores varios. (Se ríe.)
Ella: Dáme tu cuaderno, esto no queda así. Hoy te vas con una nota. (Le quita el cuaderno de las manos y escribe. Él le saca la lengua y al verlo le estampa el cuaderno en la cara).
Él: ¡Vieja de mierda!
Ella: Vieja será tu vieja.

Pausa interrumpida por un timbre.
La llama se intensifica.


Ella: ¿Habrán llegado?
Él: No, falta un rato.
Ella: (Mirando hacia el rincón de siempre cada vez que se habla de tiempo.) Sí, todavía falta.

Pausa.
Él juega con una pequeña pila de regletas naranjas, verdes y rosas.


Ella: Listo, se terminó. Sacá ese montón de maderas y sentáte en un almohadón.

Busca un almohadón que saca de la parte trasera del pizarrón. Es naranja y tiene forma triangular.

Él: ¿No hay un círculo?
Ella: ¿Redondel?
Él: No, un círculo. Mi culo apoya mejor en un círculo que en un triángulo.
Ella: Un redondel...
Él: O un rectángulo rojo, no sé alguna otra figura. El círculo molesta mis nalgas.
Ella: Molesta tus nalgas porque tenés cola de paja.
Él: No sé por qué dice eso.
Ella: Lo que sucede es que no estudiaste tu lección de ángulos, de ahí la cola y de eso la paja.
Él: Estudié a medias mi lección de ángulos. La verdad, es que con todo no se puede.
Ella: Se puede, menos cola y menos paja y se puede.
Él: (Alterado.) ¡No! No se puede con todo. Paso ocho horas encerrado acá. Usted siempre gritando. Tarea y tarea. Ocho horas de sufrimiento absoluto. Que historia, que geografía, matemática, especialmente álgebra, y ahora, geometría. ¿Cuándo escribo? ¡Nunca! ¿Cuándo voy a leer algo? ¡Nunca! Es mejor contabilidad y el balance. ¿Estenografía? ¿No vamos a ver nada de estenografía? ¡No! No vaya a ser cosa que te pongas a escribir en otro código, escribir al fin. Pasé 25 años de mi vida con usted. ¡Mi tutora! Mi tutora de nada. Desde los seis que estoy aprendiendo no sé qué mierda. ¿Y leer? Leer sí, leer "Mi amigo Gregorio". “Paula apila los palos pim pam pum los palos al suelo los apiló mal mi pie papá mi pie...” (Pausa.) Pero Gregorio ya no existe, se murió. A Gregorio lo mató la democracia. Y a mí me mató Gregorio. Y a usted no la mató nadie. El tiempo ni siquiera la mata, el tiempo me mata a mí. 25 años de mi vida ocho horas por día en la escuelita de la señorita Mabel... o Martita... o Lucía. ¿Vé?, ni sé su nombre... hace 25 años que entré acá y no a la escuela. El sistema me excluyó y usted excluyó al sistema. Y yo la excluyo a usted. Me cansé, hoy es mi último día, no vuelvo más. ¡Usted y la puta escuela que la parió!
Ella: Si te vas nunca te vas a recibir.
Él: Yo no me voy, usted me echa.
Ella: Si te vas nunca vas a tener tu diploma. Vas a ser nadie.
Él: Yo no quiero ser nadie.
Ella: Entonces...
Él: (Acomodándose en el almohadón con el cuaderno.) ¿Podemos dejar geometría para otro momento?
Ella: Está bien, después de todo ya te van a venir a buscar. (Mira hacia el rincón de siempre.)
Él: Sí. Ya están por venir.
Ella: ¿Cuántos años tenés?
Él: Más que usted.
Ella: Sí.
Él: ¿Por qué?
Ella: Preguntaba. (Pausa incómoda.) Anotá lo que voy a escribir en el pizarrón. (Hace más anotaciones ilegibles.)
Él: ¿Dejo sangría?
Ella: Como siempre.
Él: Trazo línea corta.
Ella:
Sí, y anotá.

Se produce un silencio que muestra cómo cada uno está en su actividad: Ella, copiando en el pizarrón; Él, en su cuaderno. El silencio laborioso es interrumpido por un sonido que es mezcla de sonidos: gotas, agua que corre, un silbido infinito y agudo, viento. Él borra con desesperación una página de su cuaderno. Ella borra con desesperación todo lo escrito en el pizarrón. Otra vez el silencio. Otro silencio laborioso que muestra a cada uno escribiendo: Ella en el pizarrón y Él en su cuaderno.


Él:
¿Vamos a estudiar la vida en el mar?
Ella: ¿La vida en el mar? ¿Para qué? Si nunca vas a ir al mar.
Él: Una vez fui.
Ella: Sí, pero la vida no está en la superficie. Está en el fondo. Y al fondo nunca vas a llegar. Primero te vas a morir ahogado.
Él: Mi primo una vez se ahogó y nunca murió.
Ella: ¿Dónde se ahogó?
Él: En la casa de mi abuela, en la ducha. No sé qué hizo y se ahogó. Pero no murió.
Ella: Es distinto, no murió porque no estaba en el fondo del mar. Estaba en la parte donde no hay vida.
Él: No entiendo.
Ella: No estás en condiciones de entender temas tan importantes. Los que saben del tema son los médicos. Pero para ser médicos estudiaron mucho. Y primero estudiaron matemáticas, incluyendo álgebra y geometría. Yo sé mucho porque fui tutora de muchos médicos. Muchos vinieron primero acá, estudiaron conmigo y después fueron a la academia.
Él: ¿Cuándo voy a ir a la academia?
Ella: Cuando puedas egresar de acá.
Él: ¿Y cuándo va a ser eso?
Ella: Cuando apruebes el examen final.
Él: Cuando me lo van a tomar.
Ella: Cuando estés en condiciones.
Él: Pero ¿cuándo?
Ella: ¡Cuándo quieras!
Él: ¡Ahora!
Ella: ¿Querés ser médico?
Él: ¿Con lo que le pagan no se dio cuenta?

Silencio.
Insoportable oscuridad.



2.
Una luz tenue los muestra junto a la mesada con los tubos de ensayo. A la derecha Él con un delantal. Una visera sobre su frente y sus lentes circulares le dan un aspecto mucho más serio. Ella con un guardapolvo blanco y la cara muy blanca con los ojos sumergidos en un negro muy intenso. Sus labios ya no se distinguen. Sus cejas desaparecieron. Es puro blanco y puros ojos negros. Sustancias de colores y vapores que inundan la escena. Una explosión brillante. Entusiasmo. Sonrisas. Un beso de alegría. Ninguno deja de hacer sus quehaceres químicos.
Clima de festejo y comodidad.
Distensión.
La llama del mechero se torna alta e intensa.
Calor. Aromas agradables a frutas cítricas.
Azules en tubos de ensayo.
El único que contiene rojo no se toca. Permanece intacto. Se distingue entre la multitud azul.


Ella: Esta vez sí.
Él: (Se ríe.) No sé si saldré médico pero sí saldré químico.
Ella: ¿Ves? Sos un tonto... Siempre sirven las matemáticas.
Él: En realidad, las matemáticas no tanto... álgebra es más apasionante.
Ella: Sin consultar la tabla...
Él: Bueno, ¡dále!
Ella: Tenemos una fusión entre un sustrato de amonio y una cuarta parte de un aminoácido. Si le agregamos dos gotas de ácido inalterado de albahar, es posible que...
Él: Es posible que se produzca una nueva sustancia de azul.
Ella: ¿Azul? Pensé que el azul era posible sólo si se extraía de las profundidades rocosas.
Él: No. También puede ser un producto. El azul de tu vestido ajustado es producto de un agente químico tan artificial como tu carácter.
Ella: (Sintiendo vergüenza.) Pensé que el azul de mi vestido era azul puro.
Él: El azul de tu vestido es producto de la adhesión que contienen las fibras segregadas por la suma de tanto protoglúcidos más las voluntades de tu cuerpo.
Ella: Entiendo. Pero, ¿qué conclusión sacamos de todo esto?
Él: Ninguna. Aunque podemos pensar alguna.

Otra explosión de colores. Alegría por segunda vez. Festejos. Abrazos y caricias. Una caricia de ella hacia Él. Nuevamente retoman sus actividades químicas.

Él: Un ácido que se diluye forma una nueva sustancia gelatinosa, pegadiza... Un nuevo mocus. Y puede ser usado como por otro estado dentro de los acéticos.
Ella: Cítricos y carbónicos.
Él: Una base que se incorpora a la base original: fénicos, eclípticos, epíctricos, lactus ferrosus.

Un fuerte olor químico, a cloro con sustancias que parecen irritar las fosas nasales.

Él: ¿Será suficiente?
Ella: Para mí no. Aún hay aspectos y generalidades que no comprendo.
Él: ¿Hasta qué punto hay que comprender? Todo es sencillo. Un ácido, una raíz, una base, una cadena nueva que se desprende, un sustrato y un superestrato.

Otra explosión. Sin festejos. Sólo indiferencia por la concentración de las mentes.
Relax.
La llama que crece
.

3.
Clima cálido y muy tenso. Olores químicos y luces anaranjadas. Una goma de borrar que cae y da vueltas Ella escribe una carta comercial en el pizarrón.

Ella: ¿Terminaste de copiar?

Él copia lo del pizarrón. Un ascensor que sube. Una puerta que está por abrirse.
La llama que se vuelve intensa y anaranjada
.

Ella: ¿A qué hora vienen a buscarte?
Él: Como siempre.
Ella: Entonces no sé quién sube.
Él:
Alguien que se quedó en el entrepiso.
Ella: Si se quedó atrapado tenemos que escuchar los gritos o el timbre.

Oscuridad insoportable. Sólo la luz del mechero que refleja en los azules de los tubos de ensayo.
Aromas cítricos.
Burbujas que salen de un rincón del laboratorio.
Todo es quietud a excepción de Ella que hace un movimiento circular con el dedo meñique de su mano derecha. Él hace anotaciones de letras. Escribe con un lápiz azul de carpintero con la punta redondeada.
El timbre suena. El ascensor que sube para detenerse en el piso y abrir sus puertas.
Ella borra lo escrito en el pizarrón para dibujar un triángulo. Terminado el dibujo coloca una letra en cada: a, b, c. Y luego, junto a ellas, un signo +. Él copia las letras y los signos pero no dibuja el triángulo. Ella lo mira y observa que le falta dibujar. Él preocupado se rasca la cabeza. Las miradas se cruzan y ninguno baja la vista.
Suena el timbre.
El ascensor cierra sus puertas pero no baja ni sube.
La llama crece exageradamente.


Ella: (Sin quitarle la mirada de los ojos)Te vienen a buscar.
Él: Todavía no es la hora.
Ella: ¿Y vos cómo sabés que no es la hora?
Él: Porque acá aprendo números y la hora son números que se ubican en un espacio imaginario que se llama tiempo y es lineal.
Ella: Nunca te enseñé la hora.
Él: La aprendí solo cuando tuve vacaciones hace dos años.
Ella: Yo te dije que tenías que estudiar historia.
Él: Me sobró tiempo y como tenía tiempo me pregunté por el tiempo y ahorré tiempo, al pedo.
Ella: Si te sobra tiempo adelantás la lección que sigue.
Él: También lo hice y por eso me sobró tiempo.
Ella: No te puedo dar vacaciones.
Él: No se puede enfermar.
Ella: Ya estoy enferma. Con alguien como vos uno se enferma.
Él:
Tengo que ser médico.
Ella: Pero primero tenés que estudiar geometría.
Él: ¿Para ser médico?
Ella: Claro, si el cuerpo está compuesto por figuras geométricas.

Suena el timbre.

Él: Recreo.
Ella: No. (Pausa) Cabeza: circulo o redondel.
Él: Tus tetas son redondas.
Ella: Tu cabeza también.

Suena el timbre.

4.
El mechero alarga su llama.
El ascensor que pasa.
Por la ventada se ven dos piernas masculinas con pantalón de vestir oscuros.
El mechero alarga la llama.
Aroma a cítricos.
Él se siente atraído por el olor y deja de copiar.
Ambos se acercan al laboratorio.
Juntas caen en los tubos de ensayo.
El ascensor cierra sus puertas y sube.
Suena el timbre.
Las manos de ambos se ocupan de tubos con azul.
Calor.


Él: Habláme de álgebra.
Ella: Mejor te hablo de mi hermano que ya está por llegar.

Suena el timbre.

Él: ¿No será tu hermano?
Ella: ¿El del timbre?
Él: El que llama.
Ella: No llama nadie. Mi hermano viene en el ascensor.
Él: ¿Hace mucho que viaja en ascensor?
Ella: Es de él. Lo heredó de mi abuelo que era ascensorista de un cabaret.
Él: Debe ser un ascensor viejo.
Ella: Viejo era él. Viejo era el tapizado de terciopelo rojo que lo recubría por dentro. El espejo del techo estaba bien. Mi hermano sacó todo. Le puso espejos en las paredes y un stereo. La alfombra la dejó.
Él: ¿Falta mucho?
Ella: Todavía no es la hora.

Todo se torna azul. La llama del mechero crece con mayor fuerza. El ascensor desciende. No abre sus puertas
Él pasa el tubo sobre el fuego. Ella mira cuidadosamente la situación.


Él: Una sustancia que no puede detenerse con fuego.
Ella: Hay que revisar si contiene algún clorhidrato.
Él: ¿Cómo? ¿Usted no lo sabe?
Ella: Yo no pensaba hacer lo que estás haciendo.
Él:
(Confundido) Pero usted debe ser cuidadosa con lo que hacen sus alumnos.
Ella: No te pedí que vengas al laboratorio, vos me seguiste.
Él: Pensé que la clase seguía acá.
Ella: ¡Cómo va a seguir acá si todavía no terminaste con las figuras que están en el pizarrón! (Pausa) ¿Hallaste el valor de los ángulos?
Él: Pensé que era tarea para el hogar.
Ella: ¿Yo te dije que era tarea para el hogar?
Él: No.
Ella: ¿Entonces?
Él: Bueno, pero ahora estoy en esto y tengo que solucionarlo.
Ella: No podés quitarlo del fuego.

Pausa.

Él: Todo es su culpa. ¿Dónde se recibió’
Ella: No tengo porqué responder eso. Pero para que veas que soy educada, ¡cuidado! no sacudas mucho el tubo, (Le acomoda la mano con fuerza en el centro de la llama del mechero) yo me recibí con una tutora que hoy ya no está acá. Se fue a vivir a Andorra.
Él: ¿Con el judío? (se ríe)
Ella: Con ella estudié mucha química, especialmente química biológica y marina. Después hice un curso intensivo de patologías y otro de anatomía comparada. Cuidado con el tubo (Vuelve a acomodarle la mano).
Él: ¿Comparada con quién?
Ella: Con nadie. Comparada entre los distintos cuerpos de las razas distintas.
Él: Entonces se fue con el judío (Se ríe)

Le pega un cachetazo que hace que derrame parte del líquido azul. La llama casi se apaga y vuelve a renacer en un tamaño que sobrepasa la altura de él.

Ella: ¡Cuidado con el tubo! ¡Idiota! (Pausa) Además me especialicé en mecanografía y estenografía. Pero mi grado es en álgebra y mi posgrado en álgebra inerte.
Él: ¡Qué lo parió! (Se ríe)
Ella: Por lo menos yo tengo con qué. Vos apenas empezás cuando ya tenías que terminar. A tu edad, en mi edad, yo ya podía hablar de medicina con otros.
Él: A su edad, en mi edad, yo podía jugar a la escondida.

Una chispa sale del amontonamiento de tubos. Ella le acomoda la mano para que no se salga del fuego del mechero.

Ella: Me parece que ya es suficiente... Hay que retirarlo con cuidado...

Todo se torna oscuro. Lo único que ilumina es el mechero.
Suena el timbre.
La llama crece. El aroma a frutas cítricas se mezclan con un aroma dulce a perfume.


5.
En la mesada del laboratorio. Él sostiene el tubo de ensayo sobre la llama del mechero con una de las pinzas de madera. Ella deposita su mirada perdida en la llama. Todo es silencio. Los aromas fluyen, olor a frutillas. El clima cálido da serenidad y placer. La luz azul que viene de la ventana que se encuentra detrás en la parte superior se debilita. El pizarrón comienza a desaparecer en la oscuridad, la única iluminación viene del mechero que va acrecentando su llama hasta volverse azul. Un tubo que estalla y los vidrios caen en la mesada. Susto. Sensación de angustia en ambos. Se miran y buscan inmediatamente otro tubo que sea similar en tamaño. Ella saca otro debajo de la mesada y lo sujeta con la misma pinza de madera. Contiene un líquido incoloro.
Un vapor blanco.
Manos que se unen para sujetar el tubo. Todo es quietud. Miradas perdidas en el vapor del tubo. Mucho aroma y casi nada de aire puro.
Calor.



Él: Es mentira y pienso todo el tiempo sobre ello aquello que mi madre me dice siempre y tiene que ver con esto: no tirés las medias sobre la mesita de luz después de jugar.
Ella: Siempre creí que nunca vas a llegar a ser un grande como mi hermano.
Él: Nadie cree en tu hermano más que su hermana que sos vos.
Ella: Yo creo en él y no soy la única... (Silencio Prolongado) Mi hermano es... es... es mi hermano.
Acercá el tubo al mechero porque no llega a cristalizarse.
Él: Tu hermano es una parte ínfima en este rollo... ¿Cuántas frutillas puede comer por día?
Ella: ¡Mi hermano sabe de geometría!
Él: Tu hermano sabe de álgebra como yo de geometría.
Ella: ¡Cumple con todo!
Él: La historia le quemó la vida.
Ella: Tengo una piel suave gracias a lo que aprendió de botánica.
Él: Tengo una lengua áspera gracias a lo que aprendí en los cabaret.
Ella: ¡Nunca un paso en falso!
Él: ¡Nunca una mujer que se me escape!
Ella: ¡Dos veces volvió lleno de besos!
Él: Sí, pero no tuyos.
Ella: Nadie jugó a las damas con él.
Él: Nadie jugó a las damas con él porque nunca supo qué es una dama.

Silencio incómodo.
Llama azul del mechero.
Lluvia en el exterior.


5 bis.
Entra Hermano. Automáticamente al verlos juntos en el laboratorio recita de memoria.

Hermano: Un átomo de hidrógeno se une a uno de oxigeno para formar una molécula de agua. Dos moléculas de agua forman una cadena de hidrinol. El hidrinol contiene dos estados de metano y uno de pentanocol. El pentanocol es parte de una ramificación de dulces para hacer mermeladas de frutillas dietéticas. Comer con galletitas de agua sin potencias. La vida es producto de una mente que juega al ajedrez...
Él: o a las damas.
Hermano: Las piezas azules no son azules sino negras ante el ojo humano por culpa de la luz de Le Pastie, primo del creador de la levadura de atinol con pentacreanol.
Él: ¡Mucho alcohol para tanta química en la vida!
Hermano: Nadie nombra lo importante que fue la intervención de Le Pastie en la creación de...
Ella: ¡Eso no está en ningún libro de química!
Hermano: ¡En el de Rosales!
Ella: ¡Yo no te mandé a leer esa mierda!
Hermano: ¡Mierda es porque no lo podés seguir!
Ella: Sos muy nene para decir...
ÉL: ¡La verdad!

Silencio prolongado.
Llama azul del mechero.
Aroma a alcohol. Cesa la lluvia.


Ella: ¿Vemos algo de álgebra?
Él y Hermano: ¡No!
Ella: ¿Historia?
Él y Hermano: ¡Nada!
Ella: ¿Literatura?
ÉL: Sólo si es Marcos Gras.
Hermano: O Martín Gras.
Ella: Ninguno de ellos.
Hermano: Entonces no es literatura.

Silencio prolongado.
Llama azul.


Ella: ¿Las tablas?
Él: ¡Periódica!
Ella: ¡No!
Hermano: ¡Es más interesante!
Él: La tabla periódica es la combinación perfecta entre letras y números que siempre son menores.
Hermano: ¡Por el tamaño!
Él: ¡Claro!
Hermano: ¡Son menores por tamaño y por creación!
Él: Fueron primero las letras. Los números llegaron más tarde para hacerle frente a las letras que, lamentablemente, son finitas.
Hermano: (Entusiasmado) Por eso nacen los números que, para no ser menos, se crearon infinitos.
Él: ¡Todo es un gran cuento! No tiene lógica que no pueda llegarse a un final en los números pero sí a un final de un cálculo y se pueda llegar a un final de un alfabeto y no a un final de un discurso.
Hermano: Todo lleva a pensar que el que inventó los números es un envidioso de mierda.
Él: ¿Habrá sido alemán?
Hermano: No. Los alemanes inventaron mucho pero los números no fue un invento alemán.
Él: Seguro fue un japonés. Siempre están más adelantados.
Hermano: Aunque muchos dicen que la tecnología alemana es superior.
Él: Pero la tecnología japonesa está un paso más al frente por innovar.
Hermano: Como siempre, el que inventa primero, no importa la calidad, gana.
Él: Como en los juegos.
Hermano: Sí, se llega primero...
Él: y los laureles le pertenecen.


Silencio prolongado.
Llama roja del mechero de la llama azul.


Ella: Mientras anoto algunos ejercicios en el pizarrón sería bueno que tomaras este tubo y trates de ver si se cristaliza sin formar necesariamente un gel azul que después no sirva para el cabello.
Hermano: Es posible que se torne una gomina barata.
Él: Ninguna gomina si no contiene goma.
Hermano: Por lo menos si se deja secar al sol puede ser que sirva para borrar.
Él: Lo dudo.
Hermano: La miga de pan sirve.
Él: Pero no hace falta secarla al sol.
Hermano: No necesita sol porque necesita aire.
Él: El aire implica al sol.
Hermano: El aire implica la dilatación de las fosas nasales.
Él: No necesariamente.
Hermano: Sin un resfrío.
Él: Claro. Pero el aire abre los pulmones. Eso es vox populi y no hace falta recurrir a ningún libro de medicina para saberlo.
Hermano: Yo quiero ser abogado.
Él: Yo, médico.
Hermano: Pero según mi hermanita tutora me faltan unas cuantas materias.
Él: Según tu hermanita tutora me faltan unas cuantas materias.
Hermano: Química.
Él: Matemática.
Hermano: Merceología.
Él: Aritmética.
Hermano:
Física.
Él: Astronomía.
Hermano: Botánica.
Él: Geometría.
Hermano: Odontología.
Él: Contabilidad.
Hermano:
Dibujo.
Él: Pintura sobre madera.
Hermano: Geografía económica.
Él: Actividades prácticas.
Hermano: Las prácticas vienen al final de todo.
Él: Yo las voy a hacer en un simulacro de la cruz roja.
Hermano: Yo, en una comisaría. Quiero ser penalista.

Cada uno mira su tubo de ensayo y lo pasan simultáneamente en el mechero.
Ella hace unas anotaciones en el pizarrón. Cálculos algebraicos sin signos matemáticos. Parece sólo escritura sin sentido.


Ella: ¡Silencio! Es hora de dejar el laboratorio y acercarse para ver quién lo puede resolver rápidamente. El que lo logra primero puede tener ventaja en el examen final y promociona automáticamente esta unidad.

Ellos se acercan hacia el pizarrón y cada uno toma una tiza.
La llama del mechero disminuye paulatinamente.


Hermano: A no puede ser menor que Z y no puede elevarse a la potencia de M. (Tacha M).
Él: Pero M puede ser el comienzo para extraer F y comenzar a simplificar por J. (Tacha J).
Hermano: Sin embargo, preste atención, observe que G no es menor a L ni mayor a T. (Tacha T).
Él: Yo estoy seguro de que D es más importante en este cálculo que I y por lo tanto P ya no tiene nada que hacer acá. (Tacha P).
Hermano: Hay un río en el sur de Canvoy que se llama R sobre R. Me recuerda que no puede ser posible que un puente H cruce el río Q. Ninguna sirve ni se complementan. (Tacha H y Q)
Él: Bueno, a 200 kilómetros de ese río hay una comarca que es exclusiva para el uso de los primitos, allí la vida oficial depende del gran T. Acá esta T no puede estar sola y es necesario que se suprima porque la Ñ nada puede hacer con ella. (Tacha Ñ).
Hermano: W tampoco nos aporta. (Tacha E)
Él: N no sirve por su ubicación. (Tacha A).
Hermano: X, Y, y Z no tiene nada bueno. (Tacha O y U)
Él: Ya no queda más que llegar al resultado. (Tacha todos los paréntesis y corchetes).
Hermano: No abren ninguna puerta. (Tacha las llaves).
Él: Es el final. (Tacha el signo igual).
Hermano: Todo lleva a una única solución posible.
Él: Todo es igual a...
Hermano: WPQ sobre...
Él:
R.
Hermano: Somos muy buenos en esto.
Él: Promocioné la unidad.
Hermano: Yo también.
Él: Yo llegué al resultado final.
Hermano: No. Usted sólo llegó a R.
Él: Yo simplifiqué el igual.
Hermano: WPQ son producto de mi razonamiento.
Él: (A Ella) ¿Quién promocionó?
Ella: Ninguno porque no pueden promocionar los dos. Sólo uno se salvaba de la unidad. Compitieron.
Hermano: Nos ayudamos mutuamente.
Ella:
Es lo mismo.
Él: Es lo mismo para quien dice que es lo mismo. Pero no es lo mismo para quien vive que es lo mismo.
Ella: Tendremos que empezar con otro ejercicio.
Hermano: Tendrás que empezar vos hermanita porque no pienso involucrarme una vez más en el juego de las letras que quieren ser números.
Ella: No es un juego.
Él: No es un juego para el que no juega. Es un juego para el que lo vive. No vivo. Ni juego. Prefiero llevarme la materia a marzo.
Hermano: O previa.
Ella: Bueno, mejor eso lo conversamos en otro momento. Prefiero pasar a otra materia... Geometría... Historia... Plástica.
Hermano: Plástica es tu sonrisa plástica.
Él: Plástica como la goma que puede salir del laboratorio.

Explosión en el laboratorio. Susto. Corridas hacia él. Todos toman tubos y comienzan a mezclar los distintos azules. Preocupación.
La llama crece intensamente. Su tamaño sobrepasa las tres cabezas.
Otra explosión. Menor.

Aromas dulces. Intenso.
Luz roja desde la ventana que invade la escena.
Confusión.


Ella: Es hora de terminar la clase de hoy.
Él: No. Aún no es la hora y todavía no me vinieron a buscar. No me puedo volver solo.
Hermano:
Yo no me puedo ir porque tengo que recuperar las horas perdidas por haber llegado tarde.
Ella:
Ni una cosa ni la otra son mi culpa.
Hermano: Yo quiero ser abogado. Y es tu culpa si no aprendo nada de leyes.
Él: Yo quiero ser médico y es su culpa si no aprendo nada de anatomía.
Ella: Yo no doy cátedra ni de leyes ni de anatomía.
Hermano: Tendrás que dictarlas.
Ella: Eso es tarea de un ciclo superior.
Él: Tendrá que dar un ciclo superior.
Ella: Yo sólo me encargo de un ciclo intermedio.
Hermano: Tendrás que estudiar, hermanita tutora.
Ella: No es mi tarea.
Él: Tendrá que aprender anatomía para dar clases de anatomía.
Hermano: Tendrás que estudiar leyes para que sea abogado.
Ella: Un médico y un abogado...
Él: El médico que la va a curar en el futuro... cuando sea menopáusica, quizás... o cuando tenga problemas...
Hermano: con la justicia por estar a cargo de una educación asistemática.
Ella: No voy a tener problemas de ningún tipo.
Hermano: No. Vas a tener problemas con dos tipos: un médico y un abogado.
Él: Doctores...

Oscuridad incómoda.

6.
La llama del mechero sigue iluminando la mesada.
Los contenidos azules se tornaron negros.
Aún, intacto, el tubo con el líquido rojo.
El pizarrón es verde. Contiene anotaciones en una lengua extranjera desconocida
.

Él: (En el laboratorio vistiendo un delantal rojo. Corta limones con un cuchillo) Doctor, amigo, doctor... ¿sabía usted que el sabor de los cítricos pueden confundirse con el sabor de las frutas rojas si al probarlas se encuentra bajo el efecto de algún antibiótico? (Prueba una rodaja.)
Hermano: No. En verdad, lo ignoraba, amigo doctor. Aunque... existe una ley de colores que dice que todo aquel que consuma antibióticos puede confundir colores, pero no dice nada de los sabores...
Él: No debe estar actualizada, amigo doctor.
Hermano: No, no lo está, amigo doctor.
Él: Quizás sea hora de proponer un cambio a esa ley. ¿No le parece, amigo doctor?
Hermano: Otro cambio, amigo doctor...

Él escupe el limón que tenía en su boca.

Él: Un cambio positivo, querido amigo doctor...
Hermano: o negativo, queridísimo amigo doctor...
Él: No importa. Un cambio al fin, estimado amigo doctor.
Hermano: (Mostrándole una caja de cigarrillos) ¿Quiere uno doctor?
Él: ¿Negros, doctor?
Hermano: Rubios, doctor. Muy buenos, colega de grado. El doctor Bulón me los regaló.
Él: Excelente profesional, amigo doctor. Déme uno entonces.


El doctor Hermano se acerca al laboratorio. El doctor Él sirve en dos tubos de ensayo del líquido rojo. Brindan. Beben. Fuman.
Desaparecen las luces.
Todo es oscuridad.
Aroma a frutillas.
La llama del mechero se apaga.


Apagón definitivo.